1RA EDICIÓN – PROGRAMA MULTIMEDIA “MIRANDO DESDE EL BALCOM” 2024
Un caluroso día de invierno -día 5 del séptimo mes- mi madre ya había definido llamarme Paola Adriana; ella siempre me cuenta que escoger mi nombre significó una pelea entre mis tías que estaban más preocupadas por las novelas de moda que por la cantidad de personas con mi nombre que yo encontraría en mis salones de clase.
Pocos años pasaron desde aquel 2000 hasta que aprendí a comunicarme con palabras. Fui tan sensata para hablar como sonriente es la Gioconda; por esto aprendí que debo hablar cuando tengo algo que decir y no cuando solo quiero decir algo.
No niego que amo tanto hablar como odio cocinar. Me encantan los chistes pero nunca me aprendí alguno. Quiero tanto a los perros y gatos como detesto a los insectos y anfibios. A la fruta la deseo más que a la verdura. Dulce antes que salado. Cantar con estridente voz y seguir bailando. Y hace 48 horas confirmé que abomino los empujones.
El deporte fue una tentadora distracción -de los estudios- que disfruté por escasos 730 días cuando infante. Actualmente no lo practico porque sencillamente ya no lo disfruto. Degusté la guitarra y la danza; me regocijan pero confieso que la inconstancia fue mi problema.
Sin embargo, los libros resultaron ser muy de mi agrado y creo estar cultivando el gozo por la escritura.
La curiosidad me ha dejado en situaciones embarazosas muchas veces, pero también me ha ayudado a enriquecer mi experiencia y conocimiento. La sociedad es una de mis mayores inquietudes; la carrera de Comunicación me ofreció formarme para saber interpretarla, ayudarla y brindarle información (esto último, practicando el favorito de mis valores: la honestidad).
Los miedos son obstáculos en el camino a cumplir sueños, por eso procuro expelerlos y Dios es mi adalid.